viernes, 13 de enero de 2012

La Magia del Silencio



 [ La Magia del Silencio ]

Conferencia: Vicente Beltrán Anglada

Barcelona, 13 de diciembre de 1984

    En cierta ocasión, en una de las reuniones periódicas del ashrama, el Maestro nos dijo que el silencio es el mejor de los sonidos, y aquello parecía casi imposible de comprender. Cómo el silencio puede representar una forma de sonido? Y sin embargo, conforme fue pasando el tiempo nos dimos cuenta verdaderamente que el sonido es una actividad objetiva y que el silencio es una actividad subjetiva, que todo en el Plan de Dios es actividad y que depende del grado de selectividad de los sonidos o de las palabras, y de la selectividad mística del silencio, donde se estructura la coraza del discípulo, la luz, la coraza con la cual tiene que repeler los golpes que da el mundo a todos aquellos que se apartan por ley de vibración de su estamento…

    Hablar es un sonido, pero si el sonido no arranca de este bloque inmenso de silencio que es supremamente espiritual, la palabra contiene desorden ambiental. No se trata de hilvanar intelectualmente una serie de sonidos que responden a sonidos mayores, como pueden ser las ideas —la idea es un sonido— sino que el proceso tiende a oscurecerse, a completarse dentro de un sinnúmero de argumentos sólidos e intelectuales, tratando de argüir en favor de una forma de pensar, de una forma de hablar, de una forma de sentir, es así como han nacido las creencias, las doctrinas dentro de la humanidad.

    Entonces, si la persona sabe aquilatar perfectamente el valor del silencio encontrará dentro del silencio la fuerza que precisa para poder hablar con oportunidad y con entera impersonalidad.

    Al discípulo, que recién ahora, por ejemplo, entre en un ashrama y se le aplique la ley de los fuertes y se le exija silencio como premisa para penetrar dentro del santuario místico donde está el Maestro, tendrá que hacer un examen de conciencia y darse cuenta de si realmente puede penetrar ya en este umbral del ashrama, un umbral periférico donde ya debe empezar a aprender a callar, no a hablar correctamente, a callar, porque no se puede hablar correctamente si el Alma del discípulo, o del ser humano, sea cual sea su grado de evolución, no haya aprendido a silenciar todas sus actitudes.

    La distinción entre el silencio de palabra, el silencio de pensamiento, el silencio de actividades, es muy distinto, pero cuando yo hablo del silencio del ashrama me refiero al conjunto de este silencio de pensamientos, de ese silencio de palabras, de este silencio de actitudes.

    Una actitud de conciencia es un sonido, un pensamiento es un sonido, una palabra es un sonido, entonces, para que la
    palabra surja realmente edificante, comprensible, sencilla, que puede llegar al corazón de las gentes, debe surgir forzosamente de este silencio místico que establece el Alma cuando ha aprendido a callar.

    El mundo cree que en un ashrama se aprende a hablar y no es este el caso, en un ashrama se aprende a callar, porque el mundo habla constantemente, desordenadamente, demasiado, está llenando el ambiente de una serie de vibraciones que tienen que ver con el ambiente social que nos rodea, de tanto hablar, de tanto mariposear alrededor de las palabras, de tanto querer infundir respeto a su alrededor por la palabra, el hombre, el ser humano, ha ido perdiendo su capacidad de silencio, entonces automáticamente se le cierra la puerta del ashrama.

    Hay que tener en cuenta esto, porque si aprendéis a callar es cuando empezaréis a razonar y cuando empecéis a razonar es cuando aprenderéis a hablar, no a hablar sin ton ni son, a hablar por tener ciertos conocimientos intelectuales, y que están muy mal digeridos cuando existe este permanente deseo de exteriorizarlos.

    Si todo el valor de las palabras que podamos emitir las refundiésemos en su completa estructura y las depositásemos en el corazón, las dejásemos allí arrinconadas esperando el día de la oportunidad, entonces veríamos que hay una etapa dentro de nuestra vida que es de silencio. No me refiero al silencio místico de los místicos del pasado, de los quietistas de la Edad Media, ni de aquellos que están tratando de buscar a Dios por el sendero del misticismo más complejo, más lleno de dificultades, sino que en la práctica del escuchar
    atentamente estamos adquiriendo un silencio.

    ¿Os habéis dado cuenta, cuando escucháis a otra persona, que quien escucha la mitad de sus oídos están hacia dentro de sí mismo, que solamente escucha con media parte de sí mismo, con una sola oreja? ¿Os habéis dado cuenta que el silencio es escuchar atentamente hacia dentro? Porque el silencio es escuchar.Cuando existe un silencio permanente, un silencio que se ha ido haciendo dentro del ser, es porque hemos escuchado muy atentamente: el sonido de la naturaleza, el sonido de las personas, pero, por encima de todo el sonido de nosotros mismos para percibir las pulsaciones del más diminuto átomo que constituyen nuestros cuerpos. Hay que escuchar hacia adentro y no hablar hacia afuera.

    Cuando se llega al complemento vital de esta estructura de sonidos que hemos ido construyendo y que se ha convertido en nuestro ambiente social, cuando seamos capaces de derrumbar esta estructura dentro de nosotros mismos y, sin embargo, quedar enteros, llenos de vitalidad, de este vigor que solamente da el contacto con el ser espiritual, os daréis cuenta porqué estáis aquí y ahora, no antes ni después.

    Os he dicho muchas veces, no sé hasta cuando deberé repetirlo, que los grupos de la Nueva Era se caracterizan por la brevedad y por el dinamismo, brevedad en el razonamiento, brevedad porque hay que ser parco en palabras y en actitudes, dinamismo porque el dinamismo sólo puede surgir del silencio. Las palabras sólo tendrán valor y potencia mágica cuando surjan de un bloque de silencio, cuando la palabra en sí como actitud objetiva ya sea un silencio que se está manifestando, que se está adueñando de todas y cada una de las fibras que componen nuestro ser, y andar constantemente este camino de renuncia a las palabras, de renuncia a las actitudes prefijadas que no son sino un símbolo de cristalización y salir triunfantes de nosotros mismos con un ímpetu desconocido, con un poder que no puede ser descrito con palabras.Y darnos cuenta que la magia de la palabra cuando uno es un mago, es decir, cuando la palabra, el mántram, la voz, el Verbo, arranca del fondo del ser, que no tiene problemas o dificultades en su propio ser, os daréis cuenta entonces de lo que es realmente la magia, cuando hablando estéis realizando magia, que cuando estéis en silencio la magia se está igualmente realizando, porque la magia del silencio es la magia infundida en las palabras que surgen de este silencio.

    Y aprender a dominar el ímpetu de hablar y hablar, la verborrea que se adueña del corazón y del cuerpo emocional y resta energía a la mente, porque la mente no es un semillero de pensamientos sino que es una luz vibrante dentro de nosotros, que con su propia luz debe iluminar todos y cada uno de los pensamientos que están dentro de esta mente. Llegar a un completo vacío de toda esta estructura que hemos construido, llegar así radiantes y magnéticos como lo es el Maestro, pues de él hemos de aprender, utilizando la técnica de la aproximación, por semejanza, tal como es la ley. Ver lo que hace el Maestro, comprender lo que hace el Maestro, lo que dice el Maestro, ver sus actitudes reflejadas en su aura magnética radiante, porque el Maestro no tiene necesidad de hablar porque ha consumado en su Yo el seno místico del silencio, y que cuando habla lo hace por la propia boca del Logos Solar o del propio Logos Planetario.
    Lo menos que podemos hacer nosotros es hablar por boca del Maestro. ¿Y cómo podemos hablar por la boca del Maestro si solamente contenemos argumentos mentales? Una estructura férrea, sólida, cristalizada, por más que se diga esotérica, pero que tiene necesidad de surgir al exterior para que se sepa que somos esotéricos, lo cual es la negación del esoterismo tal como lo comprende el discípulo en el ashrama, o tal como un discípulo ha aprendido esto de labios del propio Maestro, y además la experiencia se lo está demostrando. Que el valor de sus palabras radica en que sabe guardar silencio, que no tiene necesidad de surgir llevando consigo este monolito tremendo de ideas y pensamientos tratando de meterlo en la mente de los demás, para que digan: “Sí, este hombre sabe”. Pueden decir: “Este hombre conoce”. Sabe, no, porque la sabiduría está en el corazón...

2 comentarios:

  1. Posiblemente me puedo quedar con todo el texto, pero destaco este fragmento con el que comulgo plenamente: "Hablar es un sonido, pero si el sonido no arranca de este bloque inmenso de silencio que es supremamente espiritual, la palabra contiene desorden ambiental."

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  2. El silencio es la base de toda buena comunicación. Es la flor que abre sus petalos y perfumea el aire.


    Un abrazo.

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Danzas al Silencio